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29 jul 2007

Fiebre efímera

Julio, mes de playa para los afortunados, vacaciones, calor, y toda una serie de eventos que hacen que el Verano sea lo que es, pero, ante todo deportivamente un evento es el que atrae todos los focos, el Tour de Francia, La Grand Boucle, o como quieran llamarla pero a fin de cuentas la prueba por excelencia del ciclismo, o por lo menos televisivamente.

Y es que, nada vende más que el Tour de Francia, es una carrera que a mi modo de ver en belleza es superada por el Giro por ejemplo, pero el Tour tiene una especie de atracción para el aficionado ocasional, ay, este tipo de aficionado, aquel que se convierte en experto del ciclismo cuando llega la ronda gala y, seguramente, hasta el ciclismo entre en las conversaciones cotidianas cuando jamás fuera objeto de coloquio, pero, el Tour de Francia tiene esa magia.

Hablemos de los aficionados casuales, se definen como expertos en ciclismo y capaces de hacer una opinión acerca de lo que sea, generalmente sin mucho respeto hacia el deporte y sus fieles seguidores pero que sin duda resalta la opinión general de la población sobre el mismo. Y es que, un humilde servidor, aprovecha precisamente esta época para olvidarse del ciclismo, tantos comentarios absurdos desacreditando a corredores y falsas mentiras sobre fanatismos temporales (concretamente ha surgido para el español de a pie la figura de Contador) colman las tertulias e incluso los “expertos” de ciertas publicaciones deportivas diarias se nota que hablan sin mucho conocimiento.

Esta prueba hace que todo el mundo obtenga su opinión personal independientemente de que resulte acertada o no, es cierto que vivimos en un país de libertad de expresión pero tampoco se ha de hablar por hablar y eso es lo que me duele, que muchas frases se dirigen inexorablmente al “doping” o a la “calidad” cuando por ejemplo un sprinter se descuelga del pelotón en montaña, si, estos último comentarios que un servidor intenta explicar que no se haya preparado para superar en cabeza este tipo de etapa pero que el aficionado casual no cede en su cabezonería.

El Tour por regla general, al ser la prueba más medíatica, tiene el índice de escándalos más elevado, por desgracia, este año hemos vivido la retirada del Astaná en carrera y la expulsión de Rasmussen por parte del Rabobank. Pero es que en los últimos años, desde mi punto de vista, esta carrera en vez de ayudar al ciclismo, lo está enturbiando aún más con decisiones que escapan a la razón y una serie de medidas que hacen del pelotón una olla a presión.

Suena típico, pero precisamente, en estos tiempos que corren creo que el ciclismo necesita UNIDAD entre todos los amantes del mismo (dejando aparte a los ocasionales aunque quizás por la fiebre de la carrera pasen a ser fieles, una mínima posibilidad pero ojalá sea así) y dejémonos de tantas acusaciones y cada uno tirando de la cuerda hacia un lado distinto, así el lógico que todo se vaya desarmando (aunque estemos en tiempos grises ni mucho menos va a olvidarse el ciclismo, todos los deportes viven sus malos momentos) y se vuelva un caos. España es un país que se mueve por los éxitos de un compatriota (es obvio que en todos países ocurre) pero yo en un carrera me da igual quien gane aunque tenga mis favoritos, los fanatismos al final hacen que un deporte se haga grande pero la caída sea muy dura (en deportes ahora mismo hay gran furor pero también pasarán por malos momentos).

En definitiva, el Tour de Francia, la carrera más importante pero más inestable a mi modo de ver, pero después de la tormenta llega la calma y creo que ya es hora para ello.

Adrián Peralta

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